La historia de la Fe bahá’í en Perú cobra vida entre 1916 y 1917, cuando ‘Abdu’l-Bahá, hijo de Bahá’u’lláh, escribió cartas a los bahá’ís de Norteamérica llamándoles a establecerse en diversos lugares del mundo, con el propósito de esparcir las enseñanzas bahá’ís. En respuesta a este llamado Martha Root viajó a Sudamérica y llegó al Perú en octubre de 1919 en una visita corta. Posteriormente, Root alentó a una creyente norteamericana, Eve Nicklin, para salir de pionera y establecerse en Sudamérica. Eve Nicklin respondió positivamente y llegó al puerto de Callao el 03 de octubre de 1941, en un momento de crisis y transición en la sociedad limeña.
Personas de diversas procedencias se sintieron atraídas a las enseñanzas bahá’ís que proclaman la unidad de la humanidad, la abolición de todo tipo de prejuicios, la igualdad de derechos para mujeres y hombres, la búsqueda independiente de la verdad, la armonía entre ciencia y religión, la naturaleza eterna del alma, entre otras. En abril de 1944, se estableció la primera Asamblea Espiritual Local en Lima — institución de la administración bahá’í conformada por nueve miembros adultos elegidos por la localidad—, cuya función es velar por el desarrollo y bienestar de la comunidad dentro de su jurisdicción. Con la guía, el aliento e inspiración de las instituciones internacionales, los maestros bahá’ís visitaron y contactaron amigos en localidades como Trujillo, Cusco, Arequipa, Ica, Cajamarca, Jauja, Juliaca, Atocongo, Huánuco, Ica, Arequipa y Trujillo. Pronto estos contactos se extendieron a Huancayo, Huaraz, Tarma, Cañete, Oxapampa, Huacho, La Oroya, Piura, Matahuasi, Juliaca. Con el transcurso de los años, se consolidaron las primeras comunidades bahá’ís peruanas. Este proceso, a su vez, se iba desenvolviendo en otros países sudamericanos. Así, en abril de 1951 se eligió en Lima la Primera Asamblea para Sudamérica, ocasión que representó un importante avance para la Fe bahá’í en Latinoamérica.
En 1961, se inició una nueva etapa. Por primera vez, representantes bahá’ís de diversas regiones del país eligieron a la Asamblea Espiritual Nacional de los Bahá’ís del Perú. En 1968, se formaron veinte Asambleas Locales. Para entonces, los bahá’ís residían en sesenta y nueve localidades a lo largo del país. En abril de 1973 se registró la formación de 103 Asambleas Locales, y 380 localidades en los que residían los bahá’ís. A lo largo de los años, conferencias de juventud, escuelas bahá’ís de verano, conferencias de enseñanza, entre otras actividades caracterizaron el dinamismo de la comunidad bahá’í peruana. En este contexto, y en cada etapa de desarrollo, la juventud peruana desempeñó un rol muy importante, pues fueron los primeros en levantarse en servir a los diferentes planes que se estaban llevando a cabo, con el propósito de contribuir al progreso y bienestar del país.
Con el fin de consolidar los avances en las comunidades y ampliar la participación de la sociedad en general, se desarrollaron programas de capacitación con el objetivo de contribuir a las bases de una educación espiritual, moral e intelectual conducentes a la excelencia y al beneficio de la sociedad. Es así como a mediados de los años 90’s la Asamblea Nacional de Perú inició el funcionamiento del instituto nacional bahá’í, con el propósito de contribuir a la educación de niños, pre-jóvenes, jóvenes y adultos peruanos en una serie de localidades urbanas y rurales de la costa, sierra y selva del país, involucrando poblaciones originarias como la aimara, quechua y awajún. En la actualidad, los bahá’ís se encuentran en tantas localidades.
“¡La luz es buena en cualquier lámpara en que brille! ¡Una rosa es bella en cualquier jardín en que florezca! ¡Una estrella tiene el mismo esplendor si brilla en el Este o en el Oeste! ¡Estad libres de prejuicios, sólo así podréis amar al Sol de la Verdad en cualquier punto del horizonte en que se levante! (…)”
‘Abdu’l-Bahá